lunes, 14 de septiembre de 2015

EL FUTURO ES DE DIOS.



AVE MARÍA PURÍSIMA.


El FUTURO encuentra su fundamento en un acontecimiento pasado que le determina: la figura del Cordero degollado (Ap. 5. 6), omnipresente en el pasaje.

Este futuro se vive igualmente en un presente hecho de fidelidad activa (vencer y dar testimonio) y de la confianza que puede resumirse con esta paradójica definición: la realidad actual del Futuro de DIOS. Presencia del Futuro, en alguna medida, en Esperanza, y no como una huida fuera del tiempo, sino como una espera del cumplimiento de una promesa.

ESTE FUTURO ES DE DIOS.

Un Futuro totalmente Nuevo que pasa por la completa destrucción del mundo actual.

No se trata de un regreso a los orígenes, pues el Futuro de DIOS toma en consideración la realidad en un doble nivel: las decisiones de cada cual (el vencedor, el testigo), pero también la esperanza de los hombres (Nueva Jerusalén como ciudad).

La renovación de todas las cosas es absoluta: pasa por el juicio y la destrucción del mundo actual.

(Creo interesante recordar un artículo de la revista Sal Terrae, de un catedrático de economía sobre las causas de la "crisis".
Después de plantear la dificultad de crear otro Sistema que posibilite salir de la violencia institucionalizada de este"Mundo" (es posible enunciarlo, pero sería muy difícil que los grandes implicados lo aceptasen), ve en la raíz de la situación los "pecados capitales del sistema económico", que, como tales pecados no pueden menos de acarrear males al que peca y a los que están bajo su dominio. Y enumera la siguiente extensión:

LUJURIA especulativa.

PEREZA de los Bancos Centrales.

ENVIDIA de los Actores Económicos.

CODICIA de los Directivos.

GULA de Inversores.

IRA de los que pagan los platos rotos.

SOBERBIA del Mercado.

Estos pecados, con origen en lo personal, alcanzan al Sistema).

En cuanto que está en manos de los poderes, el mundo debe ser juzgado, y lo mismo que ellos debe ser destruido.
La ciudad de DIOS no se encuentra al final del progreso de los hombres; las acciones humanas no son ni siquiera una preparación para la nueva creación. "Yo hago nuevas todas las cosas": es DIOS únicamente el que lo hace. 

La nueva creación no surge de los esfuerzos humanos, sino que baja de DIOS.

No hay nada más ajeno al pensamiento de San Juan que la noción de progreso humano hacia el bien y hacia el Reino. El vidente se levanta así contra todo lo que trate de divinizar al hombre, al mundo, la historia o la creación; el hombre no se salva por sí mismo, no crea el bien último.
No es una visión trágica del futuro, sino un optimismo fundamentado en la fe, en la intervención primera y última de DIOS en JESUCRISTO.

Con el radicalismo, a veces chocante para nuestros oídos, que le caracteriza, Juan afirma que el hombre no tiene nada que hacer en la venida de la nueva Jerusalén.

La preocupación por divinizar al hombre, la creación y la historia es demasiado importante para él como para que pueda imaginar algún tipo de colaboración del hombre en la obra final de DIOS.
Sin embargo, Juan no invita a sus oyentes a estar quietos; hay que sostener un combate: "el vencedor...", no deja de repetir al final de cada carta a las Iglesias. Para Juan, no se trata de una lucha social o política, en el sentido profano de estos términos; es verdaderamente el combate de la Fe.

Para él, el papel del cristiano consiste en dar testimonio del verdadero DIOS contra los ídolos seductores de los poderes de este mundo y actualizar en el culto cristiano la realidad del Reino Futuro ("y los has constituido en Reino [ ...] en sacerdotes".

Entonces podemos arriesgarnos a generalizar y actualizar esta condición cristiana: en este pasaje, Juan nos habla de un cierto absoluto; habla de un mundo en donde la muerte ya no existe. ¿Habrá que ver ahí, como un negativo, una advertencia implícita?. Lo que hacemos aquí abajo pertenece siempre al orden de lo relativo y jamás constituye un absoluto.

El hombre nunca creará por sí mismo la nueva tierra; creer esto sería una idolatría. Dicho esto, el juicio, en el Apocalipsis, alcanza a los tibios. Esto significa que hay una vida humana que vivir, y aunque ella no sea creadora del mundo nuevo, no carece de valor ante DIOS.

Quizá se podría resumir la esperanza de Juan así: DIOS, en CRISTO, asocia a los creyentes "a su obra de liberación y de vida con vistas a la alabanza y la oración, el testimonio y el servicio. [Les permite] colaborar con Él para contribuir a hacer del mundo una creación de DIOS, en la esp
era de la novedad de DIOS".

(notas tomadas de "Los apocalipsis del Nuevo Testamento de Elian Cuvilier y de la hoja de los JHS de La Coruña).

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